Sábado, 8:15 AM. Charlie murió. Voló lejos.
Lo encontré atropellado afuera de mi casa cuando salía en la mañana. Me impresioné. Tenía la cabeza destrozada, los ojos se le salieron, su pelo estaba erizo. Entré de nuevo, fui por una bolsa negra y lo envolví cerrando los ojos (no tenía aroma, ya no era él). Regresé a mi casa y lloré alrededor de diez minutos mientras un collage de imágenes surcaban mi cabeza. Dicen que cuando una mascota muere dio su vida por alguien de la familia. Me gusta pensar así por lo que le agradecí.
El día en que nació fui la primera en verlos, él me gustó por diferente.Cuando estaba chiquito se alejaba de los demás, entonces supe que ése sería el mío. Fuimos madre e hijo por un año ¿Qué más puedo pedir?
Estuvo a mi lado en las noches de insomnio en verano, en los días de lluvia de otoño cuando se quedaba junto a la ventana para no mojarse. Lo abrasé en navidad. Tenía unos ojos increíblemente hermosos, color almendra. Duele porque había amor. Lo enterré a las diez de la noche en el campo oscuro afuera del colegio. Nadie nos vio. Le gustará el lugar porque escuchará el escándalo de los niños todas las mañanas y a él no le gustaba estar sólo. A pesar de eso mi felicidad no ha menguado porque valoro muchísimo más la vida. TE AMO BEBÉ.
